(Por Manuel Gómez 7°A)

Nuestra salida comenzó a las nueve treinta de la mañana llegamos y amablemente nos recibieron en su hall, estaban en taller de canto y nosotros nos unimos, cantamos varias canciones como el Chiu-Chiu y otras pero todas chilenas, puesto que estábamos en las semanas del dieciocho de septiembre, como no habían venido los pandereteros tuvimos que reemplazarlos.

El hall era cálido y decorado con buen gusto, había un piano y varios sillones y sillas. Al poco rato del término del taller de canto empezó la convivencia, habíamos traído varios comestibles como galletas de champan y panes con huevo y mayo, que previamente nos habían informado que les gustaban, queques y tortas también llevamos, para tomar llevamos jugos y aguas con sabor. Así empezó lo más fundamental de la visita, compartir un par de horas con ellos a través del canto, algunos juegos y las conversaciones que de a poco se fueron generando entre nosotros, alumnos de 7mo A, y las abuelitas que estaban en ese momento ahí, conocimos algo de sus vidas todas muy interesantes.

Yo personalmente conocí a una simpática abuelita de nombre María Luisa Pezzopane D’Alfonso (de 87 años), quien se dedicaba y se dedica a rezar por los enfermos, ella cuenta que tiene una relación especial con Dios puesto que varias veces en su vida la ha escuchado en sus plegarias y que se salvo milagrosamente de un cáncer grave, pero eso no es todo, además es tan humilde que dice, “por qué a mi señor entre tantas personas’’, eso me hace recuperar la fe en que todavía quedan personas que mantienen su esencia a pesar de las dificultades que la vida les presente, mostrándose en el diario vivir como un ser humano integro.

Esta visita yo creo que es una visita indispensable en la formación de un alumno puesto que con ellas, uno aprende a que la paciencia, la humildad y la empatía son valores que hay que tenerlos puesto que “come siamo cittadini del mondo dovremo sapere curarlo”.