(Por Valentina Bozzo, Profesora de Ciencias)

A mediados de julio después de pasar por dos lesiones, comencé muy entusiasmada mi entrenamiento para mi segundo Maratón (42 Kilómetros 195 metros), esta vez era en Chicago una carrera muy popular a nivel mundial. Fue un proceso cansador por el tiempo y dedicación que implica entrenar a conciencia para este tipo de carreras, pero a la vez de mucho aprendizaje y alegrías.
Entrené muy acompañada, por amigos corredores (con quienes viajé a chicago), las no corredoras que en bicicleta y patines acompañaron mis largos entrenamientos, y no puedo dejar de mencionar a mis alumnos de la Scuola, quienes me preguntaban qué días entrenaba, que quería lograr con mi carrera, y también acompañaron muchas veces con una palabra de aliento en la pista de atletismo. Es aquí, en esta pista donde realicé mis entrenamientos más técnicos, para los que se requiere un terreno especial para velocidad. Los profesores de atletismo y los mismos alumnos atletas de la Scuola me ayudaron a reconocer las medidas de la pista y sus marcas según distancia, ya que mi afición por el atletismo y carreras de larga distancia comenzó hace solo unos pocos años, por lo que tengo aún mucho que aprender de todos ellos.
El miércoles 4 de octubre al fin llego el esperado viaje y partimos a Chicago, éramos 5 amigas corredoras que iniciamos el proceso juntas hace un año y al fin llegaba el día, junto con 3 acompañantes que resultaron ser los mejores asistentes de la ruta y viaje en general.
Al llegar, sentimos de inmediato la importancia de esta carrera, ya que en el aeropuerto había un cartel de bienvenida a los corredores!!! Imposible no emocionarse. Ya instalados, empezamos a vivir la fiesta del maratón con la expo, lugar en donde entregan el número de competencia y chip con el cual se verifica tu recorrido en la carrera.
Llegó el día de la carrera, y la mezcla entre nervios, ansiedad y felicidad era tremenda. Nos instalamos en el lugar designado para nosotras (existen diferentes letras, muy ordenadas según tiempo y velocidad de cada corredor) y creo que todas agradecimos estar juntas en ese momento porque entre bromas y conversaciones se nos pasaron un poco los nervios. Luego de escuchar el himno de Estados Unidos comenzó la cuenta regresiva y partimos!!! Desde un comienzo los gritos de aliento de las millones de personas alrededor de las calles eran impresionantes, lleno de carteles de suerte, alegría y buena onda por montones. Aunque sin planificarlo comencé la carrera con Andrea, una de mis amigas, y decidimos seguir corriendo juntas lo más posible, ya que compartir todas esas emociones y apoyarnos mutuamente nos pareció fantástico. En el camino, nos íbamos encontrando con Héctor y Joaquín, dos de nuestros compañeros de viaje, que desde los lugares más insólitos aparecían gritando nuestros nombres y apoyándonos en todo.
Iba a un ritmo perfecto según los planes y cada vez que pasaba por un Check Point (puntos de control de la carrera) pensaba en toda la gente que me estaba apoyando y si estaban siguiendo el recorrido por el celular (existía una aplicación que permitía eso) sabrían donde iba, y cómo estaba mi rendimiento, dentro de éstos, muchos de mis queridos alumnos, que bajaron la aplicación del maratón en sus celulares para seguirme.
En el kilómetro 27 empecé a sentir el cansancio, anticipado según lo planificado ya que aún restaban 15 kilómetros para el final, pero creo que fue el calor el que empezó a cambiar todo el destino de la carrera. Si bien habían muchos puestos de hidratación, no fueron suficientes para frenar el sol rebotando en las calles y empecé a sentir mucha sed, a pesar que me había hidratado muy bien días antes y durante el trayecto, pero bueno, no todo se puede planificar.
Pasamos por muchos barrios diferentes, el barrio Mexicano, el Chino e Italiano entre otros, y cada uno tenía un espectáculo para los corredores, eran una maravilla! Como alentaban y gritaban “vamos Chile” ya que nuestras poleras lo tenían escrito. Es indescriptible la emoción que se siente cada que vez que te gritan o ves cosas tan lindas solo para apoyar la carrera. Entre eso, volvíamos a ver a nuestros amigos que estaban en el camino, y comenzábamos a correr un poco más rápido por el entusiasmo, por lo que debíamos concentrarnos nuevamente para cumplir el objetivo, ya que tal y como dicen los más experimentados, el maratón al ser una distancia tan larga, requiere muchas veces más concentración y mentalidad ganadora que talento deportivo.
Al avanzar los kilómetros, me perdí a de mi amiga, y fue muy duro mantener esa concentración sola, de hecho existen algunos kilómetros de la carrera que no recuerdo, quizás debido al cansancio que sentía del cuerpo completo. Por suerte no sentí calambres ni fatiga muscular extrema, lo cual ocurre a menudo a muchos corredores, sin embargo mi cansancio no me permitió mantener el ritmo objetivo, por lo que empecé a pensar en solo un paso a la vez, siguiendo el ritmo que mis piernas me permitían pero sin siquiera pensar en rendirme.
Más o menos en el kilómetro 37 volví a encontrar a mi amiga Andrea pero a unos 40 metros delante de mí, me dio mucha alegría saber que ahí estaba, pero no la pude alcanzar hasta el último metro en la meta, donde nos abrazamos y casi caímos al suelo con la satisfacción enorme de haber llegado y cumplido el objetivo mayor, correr un maratón y cruzar la meta corriendo y sonrientes. Fueron finalmente 4:01:12 de carrera, que en balance es solo alegrías, sobre todo cuando nos encontrarnos con el resto del grupo que a pesar del calor, llegaron muy contentas e igual de emocionadas que nosotras.
Solo tengo agradecimientos para mis compañeros de viaje, que hicieron de este maratón una experiencia fantástica, para la comunidad Scuola Italiana por tanto apoyo emocional y en instalaciones deportivas, mis padres, y Adrián, mi entrenador, quien se las jugó a mil por el entrenamiento como si fuera campeona mundial.