Este año celebraremos el arte de otro genio del Renacimiento Italiano, Raffaello Sanzio, quien cumple 500 años de su muerte.

A través de esta reseña biográfica conocerán aspectos de la vida de este emblemático artista 

Raffaello Sanzio nació el 6 de abril de 1483 en Urbino, Región de Le Marche. Un genio indiscutible de la pintura de todos los tiempos debido a su perfección y gracia, siendo considerado como uno de los artistas más importantes del Cinquecento o Alto Renacimiento junto a Michelangelo Buonarroti y Leonardo da Vinci. 

Como es habitual en los artistas del Renacimiento también fue arquitecto, pero la mayoría de sus obras arquitectónicas las derrumbaron o reformaron tras su muerte.

Su padre Giovanni Santi, fue pintor de la corte del Duque de Urbino Federico da Montefeltro, quien le enseñó a muy temprana edad a pintar, mezclar los pigmentos y preparar los lienzos, pero murió quedando huérfano a los 11 años. Su madre había muerto tres años antes.

A los 17 años comenzó su formación en el taller de Pietro Perugino, maestro de la región de la Umbría. Su aprendizaje se prolongó durante 4 años ejerciendo su mentor una fuerte influencia en su etapa juvenil.  

Finalizada su estancia en el taller de Perugino, Raffaello marchó a Florencia, donde se influenció del estilo de artistas como Fra Bartolommeo, Leonardo da Vinci y Michelangelo,  pero siempre manteniendo su propio estilo.

En sus obras se pueden apreciar los principios estéticos y técnicos propios del Renacimiento, como lo son la influencia de la cultura grecorromana, el equilibrio, la armonía en la composición y el dominio de la perspectiva.

En cuanto a la temática, la representación de los personajes sagrados, materia recurrente en su pintura, estaban dotados de nobleza y ternura e insertos en ambientes o paisajes sencillos, tranquilos e intemporales.

Durante su estadía en Firenze pintó una de sus más célebres Madonnas, llamada “La Bella Jardinera”,  óleo actualmente exhibido en la National Gallery de Londres, donde aparece la Virgen María acompañada de dos niños, Jesús y San Juan, en un huerto lleno de plantas; de ahí el nombre del cuadro. Una composición piramidal en la que los tres personajes se miran con dulzura demostrando toda la maestría y dominio en la disposición y la expresión de los personajes.

En 1508, con tan sólo veinticinco años,  fue tal su reputación como pintor, que el Papa Julio II lo contrató para que decorara algunas habitaciones del Vaticano en Roma.